Que nadie de ustedes llore por mí, especialmente ustedes,
con los que yo he sonreído.
Ni bajen la cabeza con absoluta pena, no están de luto,
como si el féretro indujera el olvido
y ocultara todo lo que hemos vivido.
Recuerden.
No digan que he muerto,
que esta es la muerte.
Digan que he vivido,
disfrutando cada aliento mortal.
Hemos aprendido, trabajado y forjado.
Hemos buscado
lo que nuestras manos querían hacer.
En la búsqueda para elevarnos
a más nobles alturas.
Mi vida fue bendita
por haber vivido,
mi muerte fue santificada
por haber dado.
La vida para mí fue un desafío.
Por eso fui feliz al haber vivido.